Hasta hace unos años, en Europa se consideraba el riego de la vid como una práctica que exclusivamente servía para maximizar el rendimiento de la producción en detrimento de la calidad de la uva. Este pensamiento contradictorio entre riego y calidad era debido al empleo de los sistemas de riego tradicionales que no permitían un control preciso del estado hídrico de la viña. En la actualidad, este alegato ha sido refutado gracias a la aparición de los nuevos sistemas de riego localizado.

Para obtener vinos de calidad es necesario regar moderadamente y sólo cuando sea necesario, con el fin de limitar el estrés hídrico estival a niveles óptimos, sin eliminarlo por completo.
El goteo es el mejor sistema de riego para una viticultura de calidad ya que permite obtener una producción satisfactoria de acuerdo con el estándar de calidad requerido. El riego por goteo, gracias a su alta eficiencia de aplicación (entre el 85 – 90% para los sistemas de riego en superficie y superior al 95% para los sistemas enterrados) permite reducir las malas hierbas al aplicar el agua en una zona cercana a la planta, favorece la mecanización del cultivo y, al mismo tiempo, conlleva un ahorro de los recursos hídricos que cada vez son más escasos.